“12 horas sin electricidad: el dilema en tu nevera y cómo evitar una intoxicación”
Imagina abrir tu frigorífico tras un apagón prolongado. El olor ambiguo, la textura sospechosa de algunos alimentos, la incertidumbre. En España, tras más de medio día sin luz, millones se enfrentan a esta escena. ¿Qué hacer con la comida que ha estado horas a temperatura ambiente? Expertos en seguridad alimentaria advierten: no basta con confiar en el sentido común. La línea entre lo seguro y lo peligroso es más delgada de lo que creemos.
Durante el apagón: la regla de oro
Según Gemma del Caño, farmacéutica especialista en seguridad alimentaria, la prioridad es “no abrir la nevera o congelador” salvo para lo estrictamente necesario. Un frigorífico cerrado mantiene los alimentos fríos hasta 4 horas; un congelador lleno, 48 horas (24 si está a medias). Cada apertura resta minutos valiosos. La única excepción: agrupar alimentos para que se conserven mejor entre sí.
Tras el apagón: el termómetro decide
Si la temperatura interna supera 15°C, el riesgo de contaminación se dispara. Si no llega a ese umbral, toca evaluar cada producto. Aquí, los expertos son contundentes: “Ante la duda, desechar“. Una intoxicación por Salmonella o E. coli puede ser grave, especialmente en niños o ancianos.
Lista negra: lo que debes tirar sí o sí
- Carne, pescado crudo o fresco.
- Ensaladas, frutas o verduras cortadas.
- Huevos crudos, salsas y lácteos abiertos.
- Sobras de arroz, pasta o guisos (¡sí, aunque parezcan bien!).
- Fiambres y charcutería expuestos al aire.
Los supervivientes: alimentos que resisten
- Frutas y verduras enteras.
- Quesos duros, yogures cerrados.
- Encurtidos, mermeladas y salsas ácidas (mostaza, kétchup). Embutidos secos sellados al vacío (jamón serrano, chorizo).
- Huevos cocidos (si no estuvieron más de 4 horas por encima de 5°C).
Más allá de la nevera: claves para no fallar
- No confíes en el olfato: Algunas bacterias no huelen.
- Cocina a alta temperatura: Lo que conserves, hiérvelo o fríelo bien.
- Limpia a fondo: Si algo se echó a perder, desinfecta cajones y paredes del frigorífico.
Opinión: el costo de la modernidad
Este escenario revela nuestra vulnerabilidad: dependemos de la electricidad hasta para lo más básico. Tirar comida duele, pero el verdadero problema es la falta de cultura preventiva. ¿Cuántos tienen un termómetro para nevera? ¿O saben que un congelador lleno aguanta el doble? Las autoridades deberían impulsar campañas claras, no solo reactivas. Mientras, la lección es clara: en alimentación, el miedo al desperdicio nunca debe superar al miedo a la enfermedad. Un apagón no solo nos deja a oscuras: nos obliga a confrontar nuestra relación con la comida. En un mundo ideal, tendríamos neveras solares o protocolos comunitarios. Hoy, solo nos queda el pragmatismo. Como dice Del Caño: “Mejor un cubo de basura lleno que una sala de urgencias”. La próxima vez, quizás recordemos guardar bolsas de hielo o invertir en un generador. Porque la seguridad alimentaria no es un lujo: es la primera línea de defensa contra el caos.