“Humo Blanco, Corazones Grises: La Batalla Ideológica en el Vaticano”
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Hoy, 7 de mayo de 2025, 133 cardenales han entrado en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor del Papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril. Este cónclave no solo define el futuro espiritual de 1.400 millones de católicos, sino que revela las tensiones entre la fe y la política, la tradición y la modernidad. Mientras el mundo espera el humo blanco, la película más vista desde la muerte de Francisco ha sido Cónclave (2025), dirigida por Edward Berger, la cual ofrece una mirada crítica a este proceso, cuestionando si la elección papal es divina o un juego de poder entre humanos con ciertos privilegios estructurales. ¿Qué nos dice este filme sobre la Iglesia real? ¿Y cómo se compara con el cónclave actual?
El Cónclave Real: Aislamiento, Secretismo y Tecnología Antiespías
El Vaticano ha implementado medidas sin precedentes para garantizar el secretismo:
- Confiscación de dispositivos electrónicos: Los cardenales entregaron teléfonos, relojes inteligentes y tablets para evitar filtraciones.
- Apagón digital: Se desactivaron señales de internet, móviles y radio en todo el territorio vaticano, excepto en la Plaza de San Pedro.
- Inhibidores de frecuencia y drones: La Capilla Sixtina y la residencia Santa Marta están blindadas contra interferencias externas y vigiladas con drones militares.
- Excomunión automática: Cualquier violación del juramento de secreto conlleva esta sanción máxima.
Estas medidas reflejan una paradoja: una institución milenaria y terrenal combatiendo los riesgos de la era digital mientras busca mantener su aura de misterio sagrado y elección divina.
La Película Cónclave: Un Espejo de las Luchas Internas
La trama de Cónclave gira en torno al cardenal Laurence (protagonista), quien descubre corrupción y ambición entre los electores. La película explora temas clave:
- Política vs. Espiritualidad: Los cardenales negocian votos como si fueran parlamentarios, priorizando alianzas sobre principios.
- El Dilema de la Inclusión: Personajes como Benítez, un cardenal intersexual, desafían las normas tradicionales, reflejando debates reales y actuales.
- El Peso del Secretismo: La película muestra cómo el hermetismo del proceso oculta no solo deliberaciones, sino también escándalos, como abusos de poder y acuerdos clandestinos previamente acordados.
Este retrato ficticio no dista mucho de la realidad: en 2013, el entonces cardenal Bergoglio (hoy Francisco) emergió como candidato sorpresa tras un discurso centrado en humildad y reforma.
Los Desafíos del Nuevo Papa: Entre el Legado de Francisco y las Facciones
El cónclave 2025 enfrenta divisiones críticas:
- Progresistas vs. Tradicionalistas: Mientras algunos cardenales abogan con mayor apertura a divorciados y homosexuales (como el cardenal Belini en la película), otros, como Tedesco, defienden un retorno a misas en latín y dogmas rígidos, volviendo a un accionar similar al que tenía la iglesia antes del Concilio Vaticano II.
- Mujeres en la Iglesia: Aunque el Papa Francisco permitió que mujeres votaran en el Sínodo de Obispos en 2023, su papel sigue limitado. La película resalta esto con personajes como Agnes, una monja clave pero invisible.
- Crisis de Credibilidad: Escándalos históricos de abusos y corrupción exigen un líder que restaure la confianza, algo que la película vincula al personaje de Benítez, quien simboliza transparencia y apertura.
La Paradoja de la Fe: ¿Institución Divina o Humana?
La Iglesia católica afirma ser guiada por el Espíritu Santo, pero Cónclave y la realidad muestran que las decisiones las toman hombres con agendas. Ejemplos concretos:
- El “Cuarto de las Lágrimas”: En la vida real, los papas visten sus hábitos en una sala donde muchos lloran al asumir la responsabilidad, por todo lo que conlleva.
- Facciones Geopolíticas: El Colegio Cardenalicio actual es el más diverso de la historia (40% europeos, 17% asiáticos), lo que complica consensos, ya que existen diferentes realidades las que conllevan diferentes prioridades en sus agendas regionales.
Como dice el cardenal ficticio Bellini: “Ningún hombre en su sano juicio querría este poder”, y sin embargo, todos los cardenales en lo más profundo de su ser lo quieren.
El cónclave 2025 no es solo una elección: es un termómetro de si la Iglesia puede equilibrar su misión espiritual con las demandas del siglo XXI. La película Cónclave nos recuerda que, tras el humo blanco, hay lágrimas, negociaciones y seres humanos siendo humanos. Si la Iglesia quiere seguir siendo relevante, necesitará líderes que representen un cambio real, no figuras que se limiten a pronunciar discursos o monten escenas actorales para aparentar renovación. Se requieren voces que pongan sobre la mesa lo relegado: empatía, calidez, serenidad, ternura, compasión, sostenibilidad, cuidado de los fieles, sensibilidad, amor y, sobre todo, fe. Porque aquello que ha sido ignorado, silenciado y menospreciado durante siglos —las cualidades asociadas a lo femenino, no como cuota simbólica ni gestos vacíos, sino como energía esencial— es precisamente lo que hoy se necesita para sostener, sanar y fortalecer a la Iglesia.
El cuerpo de Benítez, con su dualidad biológica, funciona como una metáfora poderosa: la Iglesia debe ser un organismo donde lo masculino y lo femenino no se excluyan, sino que convivan y se complementen. No se trata de feminizar estructuras jerárquicas ni de imponer ideologías, sino de reconocer que una institución que busca cuidar almas no puede darse el lujo de marginar las virtudes que hacen posible ese cuidado. Si la Iglesia insiste en escindirse eligiendo entre fuerza o compasión, tradición o apertura, dogma o flexibilidad, no solo perderá su credibilidad y sus fieles, sino tambien corre el riesgo de perder su alma. El futuro no está en extirpar una parte de ese cuerpo, sino en reconciliar sus tensiones internas, aceptando que su fortaleza radica en ser un todo integrado.
Esta no es una reforma administrativa, sino una revolución espiritual: abrazar lo que siempre estuvo ahí, pero se minimizó. La Iglesia debe recordar que su esencia no está en el poder, sino en la capacidad de guiar con un corazón que no tema al mundo ni a sus contradicciones. Solo así, al reconocer su humanidad plena (con luces y sombras), podrá volver a ser un faro de esperanza, no un museo de certezas obsoletas. En ese sentido el cónclave es, entonces, una oportunidad para decidir si esa casa seguirá habitada por guardianes de muros o por jardineros que cultiven vida en cada grieta, razón de su gran importancia y relevancia.