¿SIRVE EL CANNABIS PARA EL DOLOR? MITOS, CIENCIA Y REALIDADES
El cannabis ha sido protagonista de debates acalorados: para algunos, es una sustancia peligrosa; para otros, una herramienta medicinal revolucionaria. En medio de esta polarización, surge una pregunta clave: ¿realmente sirve para aliviar el dolor? Más allá de mitos y prejuicios, la ciencia ha explorado su potencial analgésico, especialmente frente a dolores crónicos y neuropáticos. En este artículo, desentrañamos qué dice la evidencia, cómo funciona en el cuerpo y qué precauciones debemos tomar.

El dolor: una alarma compleja
El dolor no es un enemigo, sino un mecanismo de supervivencia. Se clasifica en tres tipos de acuerdo a su origen:
- Nociceptivo: Activa receptores ante daños físicos (quemaduras, golpes).
- Neuropático: Causado por fallas en el sistema nervioso (ejemplo: diabetes mal controlada).
- Nociplástico: Alteración en el procesamiento cerebral del dolor (fibromialgia).
Cuando el dolor persiste por más de tres meses, se vuelve crónico. Aquí, fármacos como los opioides suelen recetarse, pero su alto riesgo de adicción abre la puerta a alternativas que implican menor o ningún riesgo de generar adicción como es el caso del cannabis.
Cannabis y sistema endocannabinoide: la clave científica
Nuestro cuerpo produce endocannabinoides (anandamida y 2-AG), moléculas que regulan funciones como el apetito, el ánimo y, crucialmente, la percepción del dolor. Estos actúan sobre receptores (CB1 y CB2) en el sistema nervioso, modulando señales dolorosas.
El cannabis contiene fitocannabinoides (THC y CBD), que imitan a los endocannabinoides. Al activar los mismos receptores, reducen la inflamación y la sensibilidad al dolor. Estudios sugieren que este mecanismo es eficaz para:
- Dolor neuropático (daño en nervios).
- Dolor oncológico (asociado a cáncer).
- Dolor crónico (artritis, esclerosis múltiple).
Historia: una medicina milenaria
El uso medicinal del cannabis no es nuevo:
- Siglo I D.C.: El médico chino Hua Tuo usaba polvo de cáñamo mezclado con vino como anestésico previo a una intervención quirúrgica.
- Siglo XI: El persa Shapur Ibn Sahl trataba migrañas con jugo de flores de cannabis.
- Siglo XIX: Médicos occidentales lo preferían al opio por sus menores efectos secundarios.
Pese a su larga historia, en el siglo XX fue desplazado por opioides sintéticos. Hoy, ante la crisis de adicción a estos fármacos, resurge como alternativa.
Evidencia moderna: ¿Qué dice la ciencia?
Un estudio de 2013 con pacientes que sufrían fibromialgia, neuropatías y dolor osteoarticular reveló que el cannabis aliviaba síntomas, pero con una advertencia: la dosis es clave. Dosis bajas pueden no surtir efecto, mientras que excesivas empeoran el dolor. Productos como Sativex (mezcla de THC y CBD) están aprobados en países como Canadá y Chile para dolor oncológico y esclerosis múltiple. Sin embargo, la evidencia aún es limitada para dolores crónicos no asociados al cáncer.
¿Cómo consumirlo? Métodos y precauciones
- Vaporización: Ideal para controlar la dosis y evitar daños por combustión.
- Gotas sublinguales o comestibles: Efectos más prolongados.
- Supositorios o cremas: Útiles para dolores localizados.
No se recomienda fumar: La combustión genera toxinas. Además, se sugiere comenzar con dosis mínimas y aumentar gradualmente bajo supervisión médica.
Riesgos: no todo es color verde
- Efectos psicoactivos: El THC puede causar ansiedad o episodios psicóticos en personas con predisposición genética.
- Problemas cardiovasculares: Contraindicado en pacientes con presión alta.
- Interacciones médicas: Puede afectar la eficacia de otros fármacos.
Entre la esperanza y la cautela
El cannabis no es una panacea, pero tampoco un villano. Su potencial analgésico, respaldado por siglos de uso y estudios recientes, lo posiciona como una opción válida para dolores específicos. Sin embargo, la automedicación es riesgosa: encontrar la dosis y variedad adecuada requiere acompañamiento profesional.
Mientras la ciencia avanza, millones de pacientes ya encuentran alivio en esta planta. Quizás, más que demonizarla o glorificarla, debamos entenderla como lo que es: una herramienta más en el complejo arsenal contra el dolor.